sábado, 6 de octubre de 2012

SORPRENDIDOS EN GALAPAGOS. ISLA SAN CRISTOBAL


Volar a las Islas Galápagos es como si estuvieras saliendo de Ecuador. Te hacen comprar un formulario (10$) para rellenar tus datos, una inspección especial de equipajes para que no traslades elementos orgánicos que puedan deteriorar las condiciones de las Islas incluido el perro que va olfateando todas las maletas colocadas en fila, si eres extranjero tienes que pagar 100$ para ingresar (los nacionales bastante menos)… Todo porque Galápagos tiene un régimen de protección especial para la preservación del ecosistema desde allá por el año 1998.
Llegamos desde Guayaquil a la Isla San Cristóbal, a 1.000km Pacífico adentro en algo más de hora y media, una pequeña isla de apenas 10.000 habitantes. Un aeropuerto pequeño, construido de madera y un paisaje con vegetación bastante escasa te hablan de que estas en un lugar bastante rural. La gente tranquila, muy tranquila, como ocurre en los lugares pequeños (esto nos recuerda al pueblo del anuncio de Malibú). Con sólo una pregunta a un lugareño para ubicarnos, nos ofrece alojamiento en su hostal particular, sin agobios, una oferta abierta: “mi nombre es Fernando, les llevo en taxi y si no les gusta yo les indico el hotel por el que ustedes preguntan, sin problema”. Finalmente, Fernando Ojeda se convierte en nuestro anfitrión y patrocinador de todas nuestras actividades ya que tiene hostal, agencia de viajes y una pequeña trastienda de todo tipo de artículos de niños. Lo mismo te alquila la bici, el equipo de snorkel o te vende la sillita del niño.
A 50 metros se encuentra el paseo de la playa y lo primero que llama la atención son los leones marinos (aquí los llaman lobos) que ocupan la arena pero, también las aceras, los columpios y parques o los bancos públicos. Cuando te has dado cuenta, llevas media hora mirando cómo se mueven como quien está viendo un documental “de la 2” y los que pasan ni se inmutan.

La lluvia que acostumbramos a arrastrar con nuestro viaje parece que se ha quedado en el continente, la temperatura es buena aunque está nublado y hay un resol importante. Dispuestos con nuestra bicicleta, bañador, equipo de snorkel y crema de protección (aquí lo llaman bloqueador) nos disponemos a visitar La Lobería, una playa a pocos kilómetros. Colocamos nuestras toallas entre los lobos marinos que parecen poco impresionados por la única presencia de tres humanos en la arena y ¡al agua!. La sorpresa es que antes de que te cubra entero ya hay un fondo de piedras con peces de colores espectaculares y cada dos por tres te encuentras una tortuga de más de un metro que come el plancton tan tranquilamente, hasta se dejan tocar. Y a la salida, los bordes de las rocas se encuentran invadidos por iguanas marinas que campan a sus anchas. ¡Estamos estupefactos!. El resto de la tarde la empleamos en visitar un centro de presentación de la historia de las Islas y la playa Punta Carola donde la sorpresa son los pelícanos sobre las rocas a los que te puedes acercar razonablemente. Despedimos la luz del día desde el mirador del cerro de tijeretas exhaustos de tanta vida en libertad.




El día siguiente nos ocupó una excursión a tres lugares fantásticos: la isla de lobos, el león dormido y la playa el manglecito. Todo en ruta con una embarcación, 16 personas y un guía. En todos los sitios hicimos snorkel pero, lo más espectacular fue recorrer un paso un paso estrecho entre las rocas del león dormido y ver al fondo más de tiburones de metro y medio (ya nos habían asegurado que no está documentado que hayan comido ningún turista). Dijo el guía que había más de 100 ejemplares. Podéis imaginar lo que se siente. Y otro momento feliz fue el rato que vino a la playa a un lobo marino joven a jugar con nosotros tres. Al principio yo estaba un poco desconfiado pero, después fue una maravilla nadar junto a nosotros, saltarnos, esquivarnos... chulísimo.

Y para terminar el día, habíamos pensado ir a un restaurante a comer una langosta pero, nuestro amigo Fernando nos dijo “Gasten en la Isla pero, no demasiado. Es mejor comprarla en la lonja de pescadores y cocinarla en casa, les saldrá mucho más barato” y, dicho y hecho. No sólo nos compró 5 colas de langosta sino que nos las cocinó y compartimos mesa y sobremesa con él. Una conversación muy agradable haciendo repaso de la situación política y económica del país, otro que nos habló bien de Correa y que sonaba a real porque también hablaba de las cosas que no está haciendo bien. Nos habló de lo que condiciona a estas Islas y sus gentes un turismo dominado por las grandes empresas de cruceros que sólo visitan fugazmente sus lugares, donde interesadamente no se potencia en el turismo que recorre, se aloja y consume en sus pueblos. Aunque esto parezca otro mundo, los patrones económicos llegan de igual manera.

Como podéis intuir la sorpresa en San Cristóbal ha llegado por la impresionante fauna que vive sin amenazas (aunque nos comiéramos las langostas), que son capaces de vivir sin inmutarse de la presencia del hombre porque éstos también parecen acostumbrados a respetarlas. Y por otra parte, gratamente sorprendidos por personas como Fernando, que saben ofertar respetando los gustos del turista y son capaces de excederse en sus atenciones. Todo bondad.

1 comentario:

  1. Para los futuros viajeros, si pueden encuentrense con Fernando, sus datos:

    FERNANDO OJEDA
    SULIDAE YACHT CIA.LTDA. Agencia de viajes y operadora de turismo
    galasulidaetours@gmail.com
    Tfno: (593 5)3010733 - 2520715
    Celular: 092342097

    ResponderEliminar