miércoles, 17 de octubre de 2012

GUAYAQUIL, CIUDAD DE DESPEDIDA DE ECUADOR



En Guayaquil te matan, te roban y te violan (esperemos que sea en este orden, dice Javier). Esté fue el comentario de nuestro chófer con aspecto de boxeador mientras entrabamos a la ciudad. Todo el mundo te lo dice, antes de que llegues todos te advierten de los peligros y te asustan considerablemente. Entre eso y las pocas expectativas turísticas de la ciudad, uno se acerca a Guayaquil con pereza. Sin embargo, cuando llegas, los que viven en la ciudad te dicen que no es para tanto, que hay que tomar las precauciones de cualquier gran ciudad y relajarse.

Te das cuenta de que estás en una gran ciudad por el tamaño de sus edificios y de sus atascos. Dos millones y medio de personas viven en la capital económica del país. Nos alojamos junto al Malecón 2000, una obra espectacular para este país en la que han trasformado el paseo marítimo en un lugar de recreo con jardines tropicales, monumentos, centros comerciales, cines, un palacio de congresos… Eso sí, un lugar vallado y en el que cada dos por tres te encuentras un policía que hace seguro el lugar. Ha sido el espacio que ha concentrado nuestros paseos y descansos en esta ciudad. En los alrededores, edificios administrativos y grandes bancos con una tremenda actividad diurna que a partir de las seis de la tarde queda desierta. En cualquier caso no os imaginéis Nueva York, tiene un toque antiguo y desaliñado con un tráfico ruidoso y desordenado.

Aquí todo es grande, también la cola de las personas que esperan su turno en el banco al que fuimos para que Asier cambiara dinero. Habría más de cien personas sentaditas esperando a que su número apareciera en la pantalla. La cuestión es que a nosotros nos indicaron a qué ventanilla pasar sin apenas espera y delante de todos. Yo supuse que iban a saltar a nuestra yugular en masa pero, resultaron gente pacífica y nadie rechistó. Estos latinos son de otra pasta.
En nuestra primera salida descubrimos que en el palacio de congresos se celebraba la feria internacional del libro de Guayaquil y allí que nos colamos. Tuvimos la suerte de disfrutar de un espectáculo cómico para niños, nos reímos un rato y pusimos la “nota turística”. Al terminar me rodearon un grupo de niñas diciendo que les mentía cuanto cuando negaba ser un personaje de telenovela (¡¡el padre de Grachie!! o algo así). Finalmente se fueron con la duda. Después conversamos con los cómicos que resultaron ser argentinos que están viajando por Latinoamérica gracias a sus espectáculos. Gente simpática que están haciendo un sueño realidad intentando vivir de su arte y animando a que las personas pongamos en práctica nuestros sueños, como decían en el espectáculo. Visto el programa de la feria hemos acudido a algunas convocatorias que nos han parecido interesantes pero, hemos tenido menos éxito que con la primera. Un espectáculo de danza que nunca se celebró. Nos dijeron que iban con retraso y que todavía estaban con la presentación de un libro. La cuestión fue que nos tragamos una chapa indecente y después ni hubo danza ni nadie preguntó. Nosotros tampoco lo entendimos. La segunda fue un concierto de música latinoamericana. Resultó ser un grupo de colegio que desafinaban bastante y tocaban peor. Cuando vimos que a duras penas podíamos reconocer “El Cóndor Pasa” decidimos abandonar a los escasos 15 espectadores que abarrotaban el lugar. Total que nuestro intento por hacer una aproximación al turismo cultural, como en Cuenca, no resultó nada fructífero.


La subida de las 444 escaleras que llevan al cerro de Santa Ana da una vista bastante espectacular de la ciudad. Lo subimos de día y de noche. Lo más curioso es ver una calle arreglada, con casas y comercios de colores que también está vallada y vigilada por policía, y justo detrás de la valla es una zona suburbial de auténticas chabolas.







Hemos visitado interminables mercados. Empiezas queriendo ordenarte para verlo todo pero, finalmente te dejas engullir por la magnitud sin saber muy bien dónde estás. Todos ellos con gran agotamiento por el calor húmedo que hace en esta ciudad y por el exceso de estímulo visual que supone.
Para celebrar el fin de nuestra estancia en Ecuador hoy hemos ido a un restaurante de cangrejos (lo más parecido que conozco son lo que llamaríamos nécoras) que al parecer son muy típicos en esta zona. Con paciencia y mucha cerveza hemos disfrutado del marisquito en una terraza del malecón.

Y mañana nos espera un vuelo que nos hará retornar a casa. Con pena por lo que acaba pero, con satisfacción por lo mucho vivido me dispongo a emprender el camino de vuelta. Después de un mes uno tiene la sensación de que ha disfrutado mucho pero, también de una cierta añoranza por lo propio, por la casa… Y como en otras ocasiones he comentado con mi amiga Pruden, eso es muy bueno porque significa que uno sabe cuál es su lugar en el mundo y cuando viaja no huye de nada sino que descansa de las rutinas cotidianas. La vuelta de este viaje me permite experimentar el privilegio de saber que en “mi” lugar encontraré familia, amigos, trabajo y ¡¡¡tantas cosas!!!.

PD: No es el final. Espero que desde casa y asentada la experiencia pueda compartir con vosotros algunas conclusiones.

1 comentario:

  1. Por la mirada de esta última foto , y todo lo que nos has ido contando .... casi, casi podemos intuir alguna.
    Hasta mañana.

    ResponderEliminar