martes, 9 de octubre de 2012

DISFRUTANDO GALAPAGOS: ISLA ISABELA



Hay una cosa de Galápagos que no es tan divertida: viajar en lancha entre las islas.
Siete y media de la mañana y hay que ir acercándose al muelle para la revisión de equipajes. Ya sabéis, no se puede trasportar comida, semillas, materia orgánica y mucho menos animales para preservar la ecología propia de cada isla. La verdad es que no es muy exhaustivo pero, a Javier le pillaron las zapatillas llenas de barro y le hicieron ir a una fuente a limpiarlas si quería salir de San Cristóbal (si se llegan a enterar que procedía de la selva!!!). Trámites realizados te montas en la lancha junto a los 20-25 compañeros de viaje y ahí empieza el traqueteo. ¿Os he dicho que no me gusta montarme en las atracciones de feria? bueno, pues esto era como una montaña rusa constante. Fundamentalmente lo que sentía era miedo pero, se mezclaba con el agobio de pensar que pasara lo que pasara allí había que aguantar más de dos horas, con un ruido infernal de motor que impide cualquier interacción con los viajeros y con esa sensación de estómago vacío venido a menos. A mi lado Asier comenzó a vomitar a los 15 minutos… ¡Menudo panorama!. Después nos dijeron que había sido un día de “mala mar”, eso me alivió porque entonces esperaba que los siguientes trayectos fueran mejores y así fue. El viaje de Santa Cruz a Isabela por la tarde fue bastante más llevadero quizás por el tiempo o porque a todo se acostumbra uno. En tantas horas da tiempo para mucho y pensé en los inmigrantes que cruzan el estrecho en patera. Eso sí que tiene que ser duro de verdad, no van de turismo y en una lancha en condiciones mucho peores. No sabía yo que la luna tiene la capacidad de mover tanto el agua… debe ser que somos de tierra adentro.
 Si os había dicho que San Cristóbal tenía un aire rural, isla Isabela podríamos compararla con una zona de camping junto al mar o un parque temático con sus hotelitos-restaurantes-agencias de turismo, iglesia, supermercados, colegios y plaza, con sus calles de arena y su ritmo tranquilo. En cuanto llevas unas horas ya conoces a alguien con el que te cruzas por las calles, es el que ha venido contigo en la lancha, el que te ha vendido algo o alguien que saluda de forma amable al turista. A pesar de ser la isla más grande de Galápagos sólo tiene 2000 habitantes que viven concentrados en la parte sur, el resto es parque nacional donde ni siquiera se puede caminar libremente. Nos alojamos en el hostal La Jungla, en primera línea de playa (no es difícil) con unas vistas espectaculares del mar abierto desde nuestra ventana.



El tiempo en Isabela corre despacio. Como los humanos, todos los animales terrestres son lentos: las incontables tortugas gigantes del centro de crianza, las iguanas que circulan de mar a tierra y viceversa, los flamencos que posan en medio de las lagunas,… y así pasamos el tiempo. De las varias actividades ofertadas en la isla elegimos dos: la excursión de los túneles y la del volcán Sierra Negra.
Para visitar las caprichosas formas que la lava incandescente ha formado al entrar en contacto con las frías aguas del pacífico nos desplazamos en una lancha recorriendo unos kilómetros de costa. Nuestro amable capitán está atento a todo lo que se mueve en el agua y para que vayamos contemplando. Un espectáculo impresionante fue cuando nos anunció la presencia a nuestro lado de una manta-raya (el típico pez raya). Cuatro metros de largo. Se regodeó junto a nosotros con varias vueltas en la superficie del agua mostrándonos su vientre de un blanco nacarado. Todo un espectáculo. Llegados al lugar el barco tuvo que coger bien la ola para entrar a una zona de aguas tranquilas entre las rocas volcánicas con expertas maniobras que nos llevaron hasta un lugar de formas indescriptibles y que a veces simulan túneles como el lugar del nombre indica. Avistamos tortugas marinas y pasamos junto a piqueros de patas azules, una especie de gaviotas con peculiar color en sus extremidades. Nuestra presencia no parecía perturbarles nada si bien no llegábamos a 10 personas las que visitábamos el lugar. Después iniciamos el snorkel acompañados por nuestro guía. En lugares de apenas metro y medio de profundidad pudimos disfrutar de un fondo de peces de todo tipo de colores y formas, estrellas de mar y varias rayas que pasaban delante como si volaran en el agua. Debajo de unas rocas encontramos tres tiburones de punta blanca que descansaban tras el alimento, no tuve tiempo a reaccionar cuando vi que uno de ellos se dirigía hacia mí pero pronto cambio de dirección y pude seguirle a poca distancia dando vueltas a una roca. Esta vez fue maravilloso jugar con unas tortugas acuáticas de más de un metro de largo (hay versiones que dicen que eran tan grandes como nosotros) que se dejaban tocar y nadar encima de ellas a pocos centímetros. 


Si el día anterior disfrutamos de la costa, el siguiente lo hicimos del interior. Una excursión que comenzó en carro desde el pueblo para iniciar el ascenso a pie 8km del Volcan Sierra Negra. Empezamos con niebla y fina lluvia pero, enseguida se despejó y tuvimos un intenso sol de justicia sobre nuestras cabezas. Un volcán con un cráter de 11km de diámetro que erupcionó por última vez en 2005 y aún se puede comprobar el tapón de lava arrojado. De ahí al Volcán Chico, en ese sí que nos adentramos en un paisaje absolutamente volcánico. Desde la parte más alta a 1500m pudimos avistar el resto de los cuatro volcanes que forman la isla e incluso otras islas cercanas. Un día intenso de montaña.




Los guías de estos lugares son gente amable y bien formada. Muchos de ellos antes trabajaron de pescadores pero, el actual auge turístico les ha hecho cambiar de empleo. Nos hablaban que frecuentemente sufren dos males, los problemas de espalda relacionados con los viajes en barco y el movimiento de cargas (maletas, turistas…) y los cánceres de piel que la exposición solar ecuatoriana les produce. Gente dura que se gana el salario como puede.
En estos días también hemos conocido a una pareja de catalanes (Jordi y Carme). Viajeros infatigables con los que hemos compartido experiencias y anécdotas de nuestros recorridos. Se apuntan nuevos lugares en la lista de lugares para visitar.
Nos despedimos de la Isla de madrugada. La mayoría duerme mientras una mezcla de turistas y autóctonos (quién sabe para qué tareas) nos dirigimos a las 5,30 de la mañana a tomar nuestra lancha que nos lleva a Puerto Ayora en la Isla Sta. Cruz.

2 comentarios:

  1. ¡que variedad de vida, de lugares, de aromas,de alturas, de personas, de historias...!
    La mochila va a volver mucho más llena de lo que fue, la retina con unas fotos inéditas y el corazón desbordando de emociones y recuerdos.
    Que siga el viaje, que aquí lo saboreamos con gusto

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  2. Me alegro que estés disfrutando de las múltiples aventuras, y sobre todo de tus acompañantes y de la gente que te vas encontrando. Ayer mismo en la radio en una tertulia política, comentaban que hoy por hoy España firmaría por el porcentaje de crecimiento que está teniendo Ecuador. Algo estarán haciendo bien.
    Besos y abrazos

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